Actualizado 1 abril, 2017
Pensar la soledad, la decepción y la tristeza. Es casi como ver el fantasma de la azotea o el armario, ese que temíamos de niño, y enfrentarlo no importando las consecuencias. Es un mirar lo negativo, un cara a cara, más que salir huyendo ante él. Ponemos palabras a lo amargo, lóbrego e infausto, pero no para regodearnos en lo oscuro, sino para hallar un futuro mejor. Te dejamos 44 reflexiones sobre estos tópicos alucinantes. Tal vez encuentres respuestas, vocablos faltantes, lecturas, consejos, sugerencias, imperativos y mucho más.
Pensamientos de tristeza y decepción
¿Decepción? Sí, una palabra fuerte, dolorosa, pero que casi musitamos con resignación. Es que la decepción se puede producir cuando la vara estaba muy alta y la realidad la desmiente para mal, o cuando el resultado es tan malo que ya una mínima apetencia la supera.
¿Será que pretendemos mucho en la vida? ¿Habrá algún resabio en nosotros que siga actuando en lo atinente al deseo cumplido y no cumplido? ¿Maduramos para entender que todo no se puede? Son interrogantes que cada individuo podrá resolver en su fuero íntimo, quizás ni siquiera eso.
Imagen poderosa: una mano sosteniendo una soga que tira, y en el mismo tirar lastima la piel, tortura los dedos ¿La moraleja? A veces soltando se está mejor, porque las realidades forzadas penden de un hilo, socavan energías y siempre perdemos ante ello.
En todos los rincones del mundo se habla de perseverancia, de luchar aunque la realidad desdeñe nuestros designios, ya que lo que no sale a la primera puede salir en los próximos intentos ¿Pero eso corre también para el amor, la amistad? ¿Qué pasa cuando el otro expresamente quiere dolernos o dejarnos?
En la tristeza y decepción siempre es digno preguntarse, una y otra vez ¿Por qué? Porque solo en la interrogación perpetua podemos encontrar una solución o por lo menos vislumbrar con un poco más de claridad.
Debemos convertirnos en seres transparentes, por lo menos para nosotros mismos. Claridad, un vocablo que se repite, y que remite a un ver a través de, un abrir, una apertura a posiblemente lo que ya está abierto pero no oteamos. De eso se trata escuchar el dolor.
Siempre mejor una verdad dolorosa que una mentira grata.
Epicuro solía decir que la muerte no existe: cuando ella es, yo no soy; y cuando soy ella no es ¿Y el dolor? Sí es muy fuerte desfallezco o muerto, es decir, se acaba; si es prolongado lo podremos sobrellevar ¿Realmente es así? En casos como los hablamos, ¿no es mejor el desfallecer que la ponzoña dilatada?
Lección de la vida: tal vez las realidades no se parezcan a nuestros anhelos.
El ser humano debe aprender a vivir desde la ruptura. O mejor dicho: aunque no lo creamos, nosotros mismos somos ruptura.
Lo que duele realmente, y eso es una cuestión de psicología antigua, no se olvida nunca más. Pero eso, en el fondo, es positivo: aprenderemos de las cicatrices inexorablemente.
¿Olvidar sin marcas o recordar con cicatrices? Solo podemos querer lo primero cuando las realidades fueron en lo absoluto malas y tristes. En caso contrario, las cicatrices tienen un sabor agridulce, algo bueno hay entre tanto fango.
Quizás la decepción surge cuando nuestros deseos se anteponen a la realidad en forma desmesurada. Tendríamos que esperar menos del mundo, entonces.
El rostro realmente es la puerta del alma. Con solo ver sus gestos, expresiones, ya sabemos qué pasa, incluso cuando vislumbramos el propio.
Pero seguimos adelante, porque no hay otra y, sobre todas las cosas, porque la vida no deja de tener realidades y situaciones hermosas.
Y esos demonios, a veces, deben hablar.